Carlos M. Vilas
Universidad Nacional de Lanús, Argentina
Introducción
Se desarrolló en Argentina hasta años recientes un proceso de reformas económicas y sociales y de realineamientos políticos externos, coetáneo con experiencias homólogas en otros países de Sudamérica. A pesar de las diferencias específicas que se observan entre ellas (modalidades de articulación dependiente al mercado mundial, configuración de sus matrices productivas, estructura social, patrones culturales, trayectorias políticas previas), su empeño en introducir reformas al tipo dominante de capitalismo desarrollado en ellos avaló la caracterización de esos procesos como “populismos”, “neopopulismos”, “izquierda democrática” e incluso “revoluciones pasivas” –una subsunción nominativa favorecida por la propia imprecisión de los vocablos utilizados. Todos esos procesos alcanzaron expresión gubernamental a partir de amplias movilizaciones populares y de sucesivas victorias electorales.
El presente texto propone una interpretación política de la experiencia de gobierno que, inscripta con rasgos propios en ese marco general, se desenvolvió en Argentina entre 2003 y 2015; usualmente conocida como kirchnerismo por derivación del apellido de su primer presidente –Néstor Kirchner (2003-2007)- y de quien le sucedió desde 2007 a 2015 –su esposa Cristina Fernández de Kirchner- La interpretación que se propone es política en cuanto pone el acento en los procesos de construcción y ejercicio del poder en función de objetivos de organización y conducción del conjunto social que remiten a intereses de las fuerzas involucradas en los conflictos que se suscitaron en torno al proyecto de gobierno.
Se afirma en este documento que el rasgo característico del kirchnerismo fue el impulso a una estrategia política de desarrollo que ve en la expansión del consumo un estímulo a la inversión productiva y al crecimiento económico, y una dimensión social de la democracia. Esa estrategia demanda condiciones de viabilidad político-institucional y no sólo económicas, que la emparentan con la trayectoria tradicional de la economía política del peronismo. Las características predominantes a principios de este siglo en la economía y la sociedad argentina previnieron la reedición de intentos pasados de impronta equivalente; los nuevos relieves del mapa político-económico y cultural obligaron al kirchnerismo a abrirse paso en medio de múltiples restricciones. Sin perjuicio de sus limitaciones y ambigüedades, el kirchnerismo generó crecimiento, distribuyó socialmente sus frutos y extendió las proyecciones de la democracia hacia nuevos horizontes, en marcado contraste con las casi dos décadas precedentes de experimentos genéricamente denominados neoliberales. Sin embargo no modificó la configuración estructural de la economía argentina ni sus modos predominantes de vinculación externa. La herramienta estratégica de su desempeño fue el estado y en esa fuerza estuvo también su debilidad: en la democracia argentina la conducción del estado es, por definición constitucional, transitoria. En esta conjugación de alcances y limitaciones se asienta la frecuente caracterización del kirchnerismo como variante del populismo latinoamericano o como “revolución pasiva”, que se discute en la sección final.
El documento plantea que el alegado populismo o neopopulismo kirchnerista no tiene tanto que ver con un estilo particular de hacer política –por ejemplo erigir en eje de la política la confrontación con un adversario elevado (¿o degradado?) a la categoría de enemigo, la interpelación emocional a un pueblo considerado sustento legitimador de las acciones de gobierno y como expresión dinámica de la Nación, o el despliegue de un liderazgo fuertemente personalizado- sino con su economía política, es decir en la síntesis de elementos económicos y políticos en la ejecución de una estrategia de desarrollo nacional que considera a la distribución del ingreso y el crecimiento del consumo de las clases populares un insumo de la acumulación del capital, y la introducción desde el estado de reformas orientadas con tal fin. El estilo populista de hacer política deriva de su economía política y de su necesidad de abrirse paso en entornos que le adversan. Ello no descarta ni reduce la importancia de las formas de despliegue del poder, sus construcciones discursivas o las modalidades de ejercicio del liderazgo, muchas de las cuales se advierten también en otros tipos de regímenes político-económicos, incluso antagónicos, pero subraya que la práctica de la política no se desenvuelve en el aire.
El texto se compone de cinco secciones. La primera resume el impacto social y político de la crisis del esquema neoliberal en 2000-2002 y el entorno que definió para la estrategia kirchnerista de construcción de poder. La segunda presenta los rasgos centrales de la propuesta de capitalismo nacional y las discusiones y tensiones que se generaron al respecto. Las principales modificaciones políticas y administrativas que se introdujeron en la conducción y los aparatos estatales se exponen en la sección tercera. En la cuarta sección se elabora un balance general de los alcances y limitaciones del proyecto kirchnerista; en la quinta y última se propone una valoración integral de la experiencia y se discute la pertinencia de las dos caracterizaciones más difundidas de la misma: variante extemporánea del populismo, revolución pasiva.
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