Carlos M. Vilas
Publicado en: Política y Cultura, primavera, número 008. Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco. Distrito Federal, México. pp. 147-185
Introducción. El Estado como cuestión política
El Estado es la unidad suprema de decisión respecto de la población en un territorio; el carácter supremo del poder decisorio deriva de su monopolio de la coacción física. El contenido y el sentido de esa unidad de decisión, la orientación efectiva con que puede llegar a ser ejercida la coacción legítima, las fuentes de la legitimidad y los modos en que ella se expresa dependen en definitiva de la matriz de relaciones de poder en la sociedad (entendida ésta en sentido amplio, incluyendo la economía). A su turno esa matriz responde a una compleja y cambiante articulación entre factores predominantemente internos o nacionales, y factores predominantemente transnacionales.
En su carácter de unidad suprema, de decisión el Estado puede ser visto como el escenario o espacio político institucional para el procesamiento y transacción legítima de los conflictos entre actores. El Estado actúa como delimitación paramétrica de intereses, actores y conflictos, definiendo qué es lo legítimo (actores, recursos, procedimientos) y qué
no, facilitando o entorpeciendo el planteamiento de temas, el desenvolvimiento de los actores, sus márgenes de maniobra, su acceso diferenciado a recursos. Así planteado, es claro que esta dimensión de escenario es en sí misma un recurso de poder, en la medida en que legitima las cuestiones que se procesan en él y pone al alcance de los actores la capacidad de movilizar, en función de sus demandas y del modo en que transan sus conflictos, su potencial de coacción y también para mantener fuera del escenario y del juego institucional a actores y temas determinados: por lo tanto, "no legítimos". No se trata de un escenario neutral o abierto a todos los actores de la sociedad. La ideología dominante a través de sus múltiples agencias (medios de comunicación, sistema escolar, iglesias...) y el aparato legal (sistema jurídico, tribunales, policías...) "administran" el ingreso y en consecuencia dictaminan acerca de la legitimidad.1
Al mismo tiempo existe en el Estado un coeficiente de instrumentalidad en la medida en que, por definición, él es institucionalización de un poder que deriva de un diseño macroeconómico y macrosocial de supraordinación y subordinación de clase, y lo refuerza; las mediaciones de la democracia representativa y los derechos ciudadanos no son suficientes para eliminar ese coeficiente, aunque sí para acotar sus proyecciones, dadas ciertas condiciones que no son constantes. En verdad más que de instrumentalidad del Estado, corresponde conceptualizar a éste como recurso de poder: en sí mismo y en su capacidad para movilizar otros recursos de poder (materiales y simbólicos). Pero existe siempre un sesgo político de clase del Estado capitalista moderno, como lo hubo antes en el Estado oligárquico hacia los grandes terratenientes y comerciantes, por ejemplo. En sociedades multiétnicas se ha identificado un sesgo étnico-cultural institucionalizado en el Estado y sus políticas, que se entrelaza con el sesgo de clase. Los enfoques feministas de la política señalan con acierto que existe asimismo en el Estado y en su ejercicio del poder un sesgo de género bajo el manto de una aparente neutralidad de género.
La conjugación de ambas dimensiones (el Estado como recurso y el Estado como espacio o escenario) no es constante. Más aún: aunque el Estado moderno surge de la
separación, típica del capitalismo, entre lo político y lo económico —entre la dominación y la explotación— tal separación no es irreversible; al contrario, en situaciones de crisis esa separación —sobre la que se constituye la autonomía del Estado y de lo político— se reduce sustancialmente. En estos casos se acentúa el papel del Estado como recurso de poder de ciertos grupos o actores en detrimento de otros. La discusión sobre la "autonomía relativa del Estado" tiene sentido y plena relevancia en situaciones de estabilidad, es decir, de desempeño consolidado de un determinado bloque en el poder. Cuando éste resulta cruzado por luchas internas o conflictos severos, los actores compiten entre sí y se enfrentan tanto en el terreno del mercado como en el del Estado y la política tiende a asumir un aspecto de "vale todo". "Apropiarse" de las políticas y del poder del Estado (es decir, privatizar el funcionamiento y los recursos del Estado) es tan importante como apropiarse de los recursos del mercado, y con frecuencia el éxito o el fracaso en éste resultan estrechamente vinculados al éxito en el control de los recursos estatales. Cada vez que se presentan estos momentos de viraje profundo en los modos de apropiación y acumulación, el Estado tiende a reducir su "autonomía relativa", es decir su distancia institucional respecto de los actores dominantes en el terreno económico, y a reforzar su vinculación instrumental con determinados actores del mercado.2 Es éste un aspecto de la cuestión que no fue tenido en cuenta en la polémica Miliband-Poulantzas sobre la relación Estado-clases dominantes en el Estado capitalista.3 En momentos de crisis, típicas de situaciones de cambio de un estilo de acumulación a otro, el Estado deja de funcionar como Estado formalmente de todos (el Estado en su función política de conducción) para actuar como el Estado de algunos más que de otros (el Estado con predominio de su función política de dominación).
1 La reducción de la legitimidad a la legalidad es uno de los aspectos centrales del "Estado de derecho" moderno, o sea capitalista, como bien advirtió Max Weber. Cari Schmitt en Legalidad y legitimidad. Madrid, Aguilar, 1971, muestra los extremos a que puede conducir este reduccionismo (el texto original se publicó en 1932).
2 La pérdida de autonomía del Estado en diferentes momentos de viraje en el capitalismo latinoamericano se discute en Carlos M. Vilas. "Después del ajuste: La política social entre el Estado y el mercado", en C.M. Vilas (coord.). Estado y políticas sociales después del ajuste. Caracas, Nueva Sociedad-UNAM, 1995, pp. 9-29.
3 Nicos Poulantzas. "The Problem of the Capitalist State" en Robin Blackburn (ed.). Ideology in Social Science. Readings in Critical Social Theory. London, Fontana, 1972, pp. 238-253; Ralph Miliband. "Reply to Nicos Poulantzas", ibid., pp. 253-262. Vid también Ellen Meiksins Wood. Democracy against Capitalism. Cambridge, Cambridge University Press, 1995, especialmente capítulos 1 y 2.
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